jueves, 26 de enero de 2012

The descendants: ¡Aloha Oscars!



Muchas eran las incógnitas que giraban en torno a este film, al menos personalmente. No sabría ante qué me iba a encontrar: una espiritual película del palo de Come, Reza, Ama, una comedia poco común, o el drama del siglo. Los interrogantes estaban servidos. En la recta final de la llegada de los Oscar (26 de febrero) y con las recientes nominaciones, The descendants se coloca como una de las favoritas para corroborar en lo que a mi respecta, la gran diversidad tanto temática, en género como de tratamiento fílmico que existe este año 2012 (aunque suele ser habitual). Entre las nominaciones que acompañan al film de Alexander Payne se encuentra la de nuestro galán favorito, George Clooney, como mejor actor principal: otro interrogante a resolver.

Para situarles, The descendants trata una historia aparentemente muy cruda. En el paradisíaco Hawai, Matt King (George Clooney) tiene una decisión importante en sus manos: como descendientes de nativos hawaianos, tiene en su poder una serie de tierras y como único administrador de la familia se le encomienda la misión de decidir qué hacer con ellas, si venderlas o no. Sin embargo, lo que podría verse como una decisión de gran responsabilidad, la dificultad se agrava con el reciente accidente de su esposa, que la deja en un coma permanente. Matt King deberá hacer frente a una dura situación junto a sus dos hijas Alexandra y Scottie King (Shailene Woodley y Amara Miller respectivamente), con las que la relación no es del todo fluida.


Alexander Payne nos cuenta esta historia, que podría tornarse como el drama del momento, de una forma sencilla y entrañable. No atiende a complicaciones ni complejidades técnicas y tampoco a grandes diálogos que, muchas veces estorban más que facilitan la comprensión. El director consigue con unos planos milimetrados que consigamos entender perfectamente qué ronda por la cabeza de cada personaje; apelamos al dicho de que "una imagen vale más que mil palabras" cuando hablamos de The descendants, pues a través del lenguaje cinematográfico en esencia, los planos, conseguimos comprender el dolor, la reflexión, la tristeza, la incertidumbre y la amargura que sufren nuestros protagonistas, que sin duda encaja a la perfección en cada uno de ellos, como si estuviesen hechos a medida.


Hablar de Clooney supone enfrentarme a una nominación al oscar y un carro de críticas aduladoras. Sin duda es el mejor papel del actor norteamericano, sin embargo, roza el oscar sin alcanzarlo. Sí, nos ha demostrado en infinidad de ocasiones sus dotes para la comedia (Los hombres que miraban fijamente a las cabras, Quemar después de leer) o sus dotes para interpretar a carismáticos personajes. Y sí, aquí Geogre Clooney se destapa: deja aflorar su humanidad, su lado más fraternal alejado de ese hombre atractivo y decidido al que nos acostumbra (reflejado en una estupenda química con sus hijas en la pantalla, por ejemplo) y deja ver al espectador la infinidad de sentimientos que pueden recorrer a una persona en una situación como tal. El reflejo del hombre aturdido, abatido, confundido. Sin desmerecer su extraordinario trabajo, su falta de convicción no acaba de enamorarme. Tiene competidores duros y quiero ver qué tienen que ofrecerme: Clooney se queda ante las puertas del cielo.

En definitiva, hablamos de The descendants como una película entrañable, que muestra cómo los seres humanos se enfrentan a decisiones todos los días: cómo las afrontan, qué deciden y qué sienten; nos habla de la familia como núcleo fundamental de las relaciones occidentales y sobre todo lo determinante que puede ser una buena unidad familiar en determinadas circunstancias. No es de extrañar que se sitúe como una de las favoritas en los premios de la Academia, sin embargo, pese a su final de sabor agridulce que tanto me gusta, no deja de ser una película falta de alma... de chispa. Una película que toca el notable pero que mira de lejos el sobresaliente.