jueves, 30 de septiembre de 2010

Murallas quebrantables, cimas alcanzables

La vida es todo un misterio. Muchas veces hace que nos sintamos las personas más afortunadas del mundo: tenemos amigos, un hogar al que volver cada día...o simplemente nos nutre de esos aspectos que hace que no queramos nada más. Somos felices, plenamente felices, y pensamos que nadie puede hacernos bajar de nuestra nube de infinita felicidad: nos sentimos poderosos.


Estamos equivocados.


La vida misma, encontrándonos así con una gran paradoja, hace que nos sintamos como unos completos desgraciados cuando parece que todo va estupendamente: de repente parece que una amistad se derrumba, otras que tu familia no te valore como esperas, todo a la vez, y mil cosas más que hacen que caigas al suelo, una y otra, y otra, y otra vez.


Sin descanso.


Equivocados otra vez.


Tú, que cada vez que caes, te dejas llevar con el peso de tu cuerpo hasta el suelo, porque no puedes más.

Tu, que piensas ser incapaz de alcanzar tus aspiraciones, que piensas que la opinión de cualquiera es válida cuando te dicen que “no vales”.

Tú, que construyes un muro cada vez que un obstáculo se te presenta en el camino de la vida, dejándote ciego, sordo, agotado, exhausto.


DERRÚMBALO.


Esta vida es maravillosa, y una de las razones es porque nos da la satisfacción de devolverle la bofetada cada vez que nos da la espalda, ya sean una o mil veces.


No te equivoques.


DERRÚMBALO.


Hay un largo camino hasta la cima,
pero nadie ha dicho que sea fácil alcanzarla.






Si seguís este enlace, escuchareis una canción que resume claramente el contenido de esta entrada.
Eso sí, dejad a un lado prejuicios, y leed.

martes, 28 de septiembre de 2010

Querida Miss Dalloway

Pasa el tiempo y todavía pienso en ti. Creo que nunca he dejado de hacerlo. Buceo en cada rincón de mi mente, y todavía me pregunto si fui la causante de todo: la causante de que desaparecieras de mi vida.

Desde un primer momento el odio y el dolor se apoderaron de mí, y yo misma quise borrarte de mi mente. Sin embargo, muchos momentos quedan en el recuerdo; momentos que no olvido, momentos de los que no me arrepiento. Y qué le voy a hacer si a veces sin querer, o queriendo, todo me recuerda a ti: un lugar, una expresión o una simple palabra.

Ciertamente no sé cómo reaccionaría si volviera a verte, probablemente como la última vez: Se me aceleraría el corazón, me temblarían las piernas y se me cortaría el habla al instante. Expresión de piedra la llaman.

Tal vez te gritaría, tal vez te abrazaría o tal vez simplemente saldría corriendo, porque tengo miedo que de que tus ojos me digan que me has olvidado.

Muchas veces me preguntan por qué me pregunto estas cosas.
Será que te echo de menos, a pesar de todo.

Por último, dejo una cita de "Las Horas", de Virginia Woolf:

“Mirar la vida a la cara, siempre; siempre hay que mirarla a la cara y conocerla por lo que es; así podrás conocerla, quererla por lo que es y luego guardarla dentro; guardar los años que compartimos, guardar esos años, siempre; y el amor, siempre; y las horas…”

Un desfile de personalidad.


Ayer fui consciente de algo muy importante: en esta vida parece que estamos obligados a ser alguien. No estoy haciendo referencia a esa frase que nuestros progenitores nos repiten día a día durante todo lo que dura nuestra formación académica: "Debes estudiar para llegar a ser alguien en esta vida"; no. Me estoy refiriendo a la acción de ser alguien por influjo social masivo.
Os describiré la situación:

Fui a recoger a mi hermano al instituto (en el que un día realicé mis estudios debachillerato), cuando al dar las cuatro y media de la tarde, fui testigo de un desfile en toda regla. No un desfile propio de la pasarela Cibeles, sino más bien un desfile propio de un circo: Conforme avanzaban los cursos y la inocencia iba perdiendo protagonismo, los Chicos y chicas con largas melenas, cadenas y pinchos; otros con peinados engominados o camisas a cuadros, chicas con enormes gafas de pasta negra, hacían su aparición en grandes grupos homogéneos y consolidados.

Entonces recordé mis tiempos en el instituto donde vestir de cierta forma y relacionarte con ciertas personas te asignaba un rol dentro de las esferas estudiantiles, y por tanto, determinaba tu lugar hasta acabar los estudios: te definía como persona, o como nada.
¿Propio de una película americana? Sin ir más lejos.

Sin embargo, acabas los estudios, y comienzas nueva etapa, universidad... trabajo tal vez. y de pronto eres consciente de que las personas van y vienen. Dejan huella o no en tu vida, significan algo, o pasan como fantasmas sobre tu existencia... y durante su transcurso llevas vaqueros, chandal, traje y americana.

















Lo que queda después de mucho tiempo eres tú, y nadie más.
No pretendas cambiarte con un disfraz.