domingo, 9 de diciembre de 2012

Adivina quién viene a cenar esta noche: Una pequeña diferencia de pigmentación



Quien iba a decirle a la sociedad de los años 60 que un negro llegaría a ocupar la Casa Blanca en un futuro muy próximo. Para nosotros eso hoy en día es una realidad con la que vivimos y aceptamos sin problemas; sin embargo y muy a nuestro pesar, a muchos otros les afectó de forma negativa y aún sigue siendo así: los prejuicios son los sentimientos más perecederos en el ser humano. Así nos lo cuentan en Adivina quien viene a cenar esta noche.



  • Año: 1967
  • Duración: 108 minutos
  • Director: Stanley Kramer
  • Guión: William Rose
  • Música: Frank DeVol
  • Fotografía: Sam Leavitt
  • Reparto: Spencer Tracy, Sidney Poitier, Katharine Hepburn, Katharine Houghton, Cecil Kellaway, Beah Richards, Roy Glenn, Isabel Sandford, Virginia Christie, Alexandra Hay, Barbara Randolph






Tal y como le pasaba a Matt Drayton (Spencer Tracy), el padre y principal afectado de la película. Este caballero tiene que afrontar en un mismo día la noticia de que su hija se ha enamorado, se va a casar, se marcha con él y que además, es negro. Nunca podríamos imaginar que en un individuo de su condición, liberal hasta la médula y ateo sin remedio, pudieran florecer tales prejuicios. Parece que ansía la felicidad de su hija, pero no de ese modo. Al contrario que su esposa. Christina Drayton (Hepburn), una mujer formada, con carácter y de inteligencia desbordante, tampoco esconde su asombro ante la noticia, sin embargo, poco tarda en deshacerse de esos tapujos que admite, no le dejan ver la realidad: su hija está realmente enamorada y eso es lo que importa.


Isabel Sandford como Tillie, la criada.
Si seguimos en la dinámica de reacciones inesperadas y por muy contradictorio que parezca, en este film se trata el tema del racismo de una forma muy curiosa. Podríamos llegar a entender la sorpresa de los padres como normal, teniendo en cuenta la época y sus concretas circunstancias. Sin embargo, lo que más llama la atención es que la criada, también negra, es probablemente la persona más reacia a que la relación y la boda se lleven a cabo: “como le hagas daño a esa criatura te vas a enterar de lo que es el verdadero poder negro” le espeta en un determinado momento. Y es que es paradójico ver cómo una persona que teóricamente debería sensibilizarse más con el tema, es la más contraria al mismo. Pensar que cada uno debería permanecer en su sitio era una posición que muchos adoptaban. En base a eso, añadir que los propios actores de la película, tuvieron que sufrir en carnes cómo se les rechazaba, abucheaba y maltrataba por el simple  hecho de escoger filmar una película que retratase la cruda situación del pueblo americano en los años 60. Estrenada en el 67, y en relación con lo que se comenta, podemos ver una vez más cómo el tema del racismo en Estados Unidos fue un lastre que arrastrar durante mucho tiempo; una dura realidad que muchos sufrieron como víctimas principales y otros muchos como defensores, como el reparto de esta película, que decidió contarlo y hacerlo ver como un problema que no tenía por qué existir, o una lucha que no tenía porque librarse.

Porque John Prentice, el pretendiente en cuestión, no era ninguna persona de la que debería esperarse algo malo: un hombre importante, muy formado y con ideas y convicciones muy claras; así nos lo hace saber la enamorada y así lo aprecian todos desde el primer instante en el que entablan conversación con él. Cauteloso y respetuoso en las decisiones que toma, plantea a los patriarcas lo que supone el dilema principal de la película: que sólo se casará con su hija si ellos lo aceptan sin ninguna objeción. A partir de este momento el peso de esta historia recae sin duda en el padre, que se debate entre lo que puede ser la decisión correcta o incorrecta, la mejor o peor para su hija. Un personaje que incluso el espectador podría tachar de hipócrita al no aceptar una situación que en base a sus ideas liberales no debería siquiera considerar. Un personaje que incluso es rechazado por sus más allegados por no secundar la decisión de su hija. Vemos un hombre cegado por sus prejuicios, pues ellos son el clavo ardiendo al que se aferra con tal de esconder su verdadero miedo: su miedo a las consecuencias de esa decisión, su miedo al futuro de su hija, su miedo a desprenderse de su pequeña que se casa, les deja y forma su propia vida.

Porque al fin y al cabo, no tiene miedo de la persona con la que se casa su hija, ni del color de su piel, sino de las personas que como él, puedan ser incapaces de ver que lo que prevalece sobre el color, son los sentimientos; porque al fin y al cabo, el miedo es el sentimiento más común entre las personas. Porque eso es de lo que trata realmente esta historia: que los prejuicios no son los protagonistas de las actitudes y reacciones de los personajes, sino los miedos, los miedos que se esconden bajo la tendencia racista. Miedo de lo que supondría una decisión de tal calibre para su hija, pues como bien se afirma en el film “ellos son los que cambiarán el mundo y lo harán un lugar mejor”. Pues al fin y al cabo en palabras de Matt Drayton: “solo os diferencia un pequeño problema de pigmentación”.