María vive sola en casa. Debido a sus incapacidades para poder defenderse físicamente por sí misma, tiene a una mujer que la cuida y le hace las labores hogareñas dentro de una franja horaria establecida; tiene unos 85 años. Es muy concienzuda, lista y sabe lo que quiere; no deja que nadie le tome el pelo a pesar de su edad... y es que por mucha carencia de oído que tenga, una no es tonta.
Hoy la visitan sus nietos, hijos de Javier (el tercer hijo de cuatro hermanos). María, ante la sorpresa, los recibe con una amplia sonrisa y envuelta en sus múltiples mantas que no desentonan nada con el caldeado ambiente de la estancia. Básicas cortinas blancas, varias fotografías, una mesa con varias sillas, una televisión y dos sillones son lo que conforman el habitáculo en el que María pasa la mayoría de su tiempo.
María pregunta, quiere saber. Qué tal sus nietos, los estudios, la familia; dice que habla con su hermana todos los días por teléfono (Ciudad Real, su lugar de nacimiento, queda lejos). Debido al interés de la anciana, su nieto le manifiesta la intención de afiliarse al Partido Comunista; María, ferviente socialista, no lo desaprueba, pero con abierta sinceridad, confiesa: "Hijo, si tienes las ideas claras, no hay necesidad de atarte a nada, y menos hoy en día".
Palabras que suenan con precisión y contundencia, todo lo que le falta a María en las manos, afectadas por una artrosis desde hace años. Palabras que vienen acompañadas de una nostalgia, dolor y recuerdos que muchos como ella prefieren olvidar; palabras con las que María echa la vista atrás y no puede evitar el recordar una lucha que mantuvieron muchos como ella desde hace años por la libertad, en una represiva España que muy lejos queda ahora. A María se le advierten los ojos llorosos al recordar como a uno de sus primos más cercanos "de puño cerrado" afirma, lo encarcelaron durante 3 días y fue condenado a pena de muerte 3 veces. "Se salvó, pero lo pasamos muy mal", cuenta, mientras sus nietos la escuchan con atención. En continuo plano político manifiesta su opinión política: "porque ahora ser socialista, ya no es como antes, pero mantengo mis ideas y no voy a dejar que se las lleve un voto en blanco". Lo dice mientras la televisión hace mención como es normal estos días, a Marcelino Camacho: "pobre Marcelino" añade, al no poder contener su emoción.
Para evitar más sentimentalismos, María se desvincula de la política, que buena protagonista ha sido de su vida; pregunta a sus nietos, ellos les cuentan. Recuerdan viajes, experiencias, y todo en un corto período de tiempo... lo que da una visita ocasional. María mira a su nieta de 20 años y no puede evitar esbozar una gratificante sonrisa. Era su viva imagen, y todos lo sabían; para no desaprovechar la ocasión, le manda traer las cajas de fotos: retratos que conforman una infancia, una juventud, y una madurez que ahora se manifiesta en cada una de esas canas, en cada una de esas arrugas. Marcas de la vejez, marcas de la sabiduría, y marcas de que ante todo fue un genio y figura, aunque sólo fuera, según ella, para su marido y sus hijos.
Lo que María no sabe es que también para su nieta.
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